Entrevista
a Miriam Pascual Salcedo hermana del mártir santiaguero.
Foto: Jorge Luis Guibert García
Quien
me diría 27 años atrás, cuando recibía clases en la escuelita primaria rural,
Salvador Pascual Salcedo, en el poblado de Bahía Larga municipio de Guamá, que tendría la
oportunidad de conversar con Miriam Pascual Salcedo y a través de sus palabras
y gestos emotivos, conocer de su hermano mucho más que una escueta síntesis biográfica.
Si
cuando niño lo vi distante, perfecto e inalcanzable, después de este ejercicio
para la memoria y la emoción de Miriam, siento que en aquella escuelita muchos
nos parecíamos al niño Salvador, un ‘placitero’
como dice su hermana, pues “…éramos parte de un grupito de jóvenes y
adolescentes que vivíamos alrededor de la placita de Santo Tomás y le gustaba
el baile, era inquieto y juguetón, el más alegre de los cuatro hermanos”
No
por gusto muchas escuelas hoy llevan el nombre de Salvador Pascual Salcedo, y
es porque así de joven debe quedar el recuerdo entre los cubanos de quien nunca
envejeció, porque dio su vida a la patria con solo 23 años, aquel glorioso 30
de junio de 1957 junto a Josué País García y Floro Vistel Somodevilla, durante
el intento de boicot a un acto politiquero de la tiranía.
“Cuando
era un adolescente -narra su hermana
Miriam- le gustaba el baile, en ocasiones familias sin lazos filiales ni de amistad con la nuestra lo buscaban para
que bailara en fiestas de quince, por la elegancia y la gracia con que lo
hacía, algo que sucedió bastante en el Roof Garden del hotel Casa Granda.”
Sin
embargo esa cualidad de Salvador, no lo alejó del amor a la patria, de percibir
los desmanes de la tiranía y del compromiso de su generación, pues con 18 años
se sumó a las protestas estudiantiles por el cruento golpe de estado del 10 de
marzo de 1952 encabezado por el dictador Fulgencio Batista.
“Dentro
de la casa nosotros expresábamos el desprecio por la tiranía, éramos una
familia que vivíamos del salario y nos vinculábamos entorno a La Placita con
jóvenes y adolescentes de igual sentimiento por la patria”
Incluso
Miriam me contó que su hermano Salvador
había ganado un concurso de baile realizado en el teatro Oriente: “…el concurso
era de baile de Mambo y lo organizó ‘Ron Bacardí’ nada más y nada menos que con la orquesta de
Pérez Prado y Benny Moré como cantante, allí lo hizo tan bien, que ganó la
condición de Rey del mambo y fue invitado a México por Pérez Prado, aunque no
fue autorizado por la familia, dado que era aún un adolescente (…) también una
vez tuvo la responsabilidad de escoger a las muchachas que bailarían en la
carrosa del paseo ‘La Placita”.
Así
transcurría la vida de este santiaguero, tan cercano a lo que son hoy nuestros
jóvenes y adolescentes, entre bailes,
música, chistes, alegría y entusiasmo, pero comprometido con el país y sus
ideales. “…en eso llegó el Moncada, él estaba ingresado en ‘La Colonia’ y en
cuanto salió y escuchó los comentarios que se hacían, quiso ser parte de
aquello tan grande que se gestaba y se vinculó con los otros jóvenes que eran,
además, sus amigos.
“Él
pertenecía a la célula de Pepito Tey y tuvo una vida activa en el proceso
clandestino en la ciudad, aunque no participó directamente en las acciones del
levantamiento armado del 30 de Noviembre de 1956, porque se encontraba
recopilando fondos para el movimiento el entonces central Río Cauto.”
Después
de que Salvador regresó del central Río Cauto con los fondos y conoció los
acontecimientos, el joven combatiente clandestino tenía la habilidad de decir
en que sitio había caído cada uno de los compañeros de lucha que murieron en el
ataque a la estación de policía, porque memorizó el plan y las posiciones que
les correspondían a ellos, igualmente lamentó no estar allí por decisión de la
dirección del movimiento que prefirió darle la tarea de recaudar fondos por el
carisma de su personalidad.
Luego
llegó el momento del paso a la
inmortalidad, que es la parte de su historia más conocida, sin embargo, durante
toda su vida Salvador Pascual Salcedo, fue un niño, adolescente y joven que
mantuvo su alegría, su gusto por el baile y la música imbricados con su
compromiso por la patria, quizás en ejemplos como los de él se inspiró el Che
cuando dijo “…la juventud debe ser alegre pero profunda.”
También
por esas características de su hermano nuestra interlocutora la octogenaria Miriam
Pascual Salcedo, quien aún no consigue ocultar sus lágrimas, enfatizó mientras
evocaba los recuerdos que “Salvador tenía el don de que lo amara todo el
mundo.”