Por Yuzdanis Vicet Gómez
Confiarse, descuidarse o restarle importancia son las oportunidades para que la Covid-19 retome el paso brutal de los meses de enero y febrero de este año; en tiempos de pandemia con tan elevada capacidad de transmisión, todo lo que se aleje de la minuciosidad, sinceridad e inmediatez, y agrego la responsabilidad y el autocuidado, es caldo de cultivo.
Ya nos confiamos una vez y el resultado aún es costoso en vidas, en capital humano, en recursos materiales, para la economía de la provincia y el país; cada día que se demore el control del contagio implica más riesgo para la vida y la ya tediosa dilación del estado de las cosas, dígase restricción de movimiento a todos los niveles, que afecta la producción y disminuye las ofertas de alimentos y otros bienes y servicios.
Lo peor que nos puede pasar es que entremos en el círculo vicioso que implica la convergencia de factores de riesgo como la existecia misma de la transmisión, la irresponsabilidad de las personas que no se cuidan ni cuidan a su familia, las deficiencias en el cumplimiento de los protocolos de salud desde el pesquisaje, aplicación del test de antígeno, la realización de la encuesta epidemiológica con la inmediatez y calidad que se debe, el aislamientos de contactos de primer, segundo y hasta tercer orden, y el ingreso efectivo de los positivos, acciones en las que hay que insistir hasta el cansancio.
En la lucha contra la Covid-19, para suerte de los humanos, depende de nosotros el control y en este punto del combate ya se sabe, se divulgó, se insiste y se vuelve a repetir que se evita el contagio con distanciamiento físico (más de 1.5m), uso constante del nasobuco, frecuente lavado de las manos con sustancias desinfectantes a base de soluciones coloradas a 0.1% o alcohol a 70%, la limpieza de superficies con soluciones coloradas a 0.5%, el uso de pasos podálicos tanto en viviendas como en centros de trabajo y con responsabilidad, una cualidad inherente únicamente a las personas.
A un año de que llegara a Cuba el Sars Cov-2 se han dado al mundo un sinnúmero de lecciones de cómo se enfrenta una pandemia con el menor costo posible en vidas, aunque el económico sea descomunal, nunca antes esta generación había comprobado en la práctica hasta donde podía llegar la voluntad política y la acción gubernamental en función de la salud de los cubano y de naciones hermanas, pues en tiempos de crisis económica, es cuando más valor tiene no reparar en gastos para salvar vidas y ser solidarios.
Sin embargo, ese esfuerzo de nuestros trabajadores de la salud, del transporte, de los servicios, de los estudiantes de medicina, de dirigentes administrativos y político que sé que no duermen para responder a cada dinámica de esta poco conocida enfermedad, puede verse disminuido si no somos responsables en cada puesto clave para el control de la pandemia y no solo me refiero a los que la enfrentan en la primera línea, también son puestos clave, la casa, el centro de trabajo, la calle donde convergen las personas, un medio de prensa con la orientación y la alerta certera, una comunidad, un Consejo Popular.
Hace poco tiempo escribí que cansarse en esta lucha es como rendirse, y lo sostengo porque en la historia de Cuba que aprendí en la escuela y en la cotidianidad de la que también soy protagonista, no tengo ejemplos de cubanos rendidos, pero cuidado que rendirse no solo es levantar bandera blanca y decir no puedo más.
También se rinde el que decide responsabilizar por el problema a otros para no comprometerse con la solución, rendirse es dejar de buscar nuevas soluciones y conformarse cuando parece que nada va a resultar, pero esa no es la visión de vida de los cubanos, si hoy estamos aquí para asombro del mundo, es porque nunca nos dimos por vencidos.