No podía ser mejor coincidencia que el Día Mundial de los Derechos Humanos quedara dentro del período de la Conferencia de Copenhague, pues hoy el planeta se debate entre la extinción de la humanidad y la toma de conciencia de los centros de poder mundial, nunca el derecho a la vida peligró tanto.
Otra vez están reunidas las representaciones de los países del mundo para decidir por la vida de todos. El pasado, reciente aún, dice que las cumbres y los protocolos conocidos no pasaron de meras cuartillas guardadas.
Lo cierto es que todo ha quedado para luego, desde el Protocolo de Kyoto, las promesas en campañas presidenciales y las declaraciones elocuentes, de quienes usan más la gaveta que el intelecto para tratar los temas climáticos. Todo es letra muerta mientras se derrite el hielo en los polos y aumenta perceptiblemente la temperatura global.
Creerán acaso los gobiernos de los países desarrollados que el efecto invernadero no los alcanzará, que el aumento del nivel de los océanos no llegará a sus orillas. Parece que la codicia alcanzó a cegarlos, tanta ambición para nada pues sus hijos y nietos no tendrán tiempo para más, que preocuparse por un mundo deteriorado.
Jamás fue más fácil definir responsables de la situación actual, son los que poseen grandes campos industriales, emisores de desechos sólidos al ecosistema y de grandes cantidades de CO2 a la atmósfera que es cada día más asfixiante.
Son quienes consumen la energía eléctrica y cuentan con millones de vehículos con motores de combustión, que secan a cada segundo las fuentes ya agotadas de combustibles fósiles, y tratan de sustituirlos a base de los alimentos para ahondar más la brecha entre hambrientos y ricos.
Sin embargo, no se trata ya de buscar culpables sino soluciones, de aunar voluntades y acciones para garantizar la perpetuidad de la especie humana, que violado su derecho más importante, la vida, corre el riesgo de desaparecer.
No es posible entender, que la innovación tecnológica permita la creación de armas inteligentes capaces de sostener conflagraciones internacionales durante quinquenios, y no formas de obtener energía limpia suficiente, para reducir la emisión de gases contaminantes.
Hoy se sigue hablando de dinero, se le sigue poniendo valor mercantil al derecho a la vida, como si fuera una moneda que se acuña en bancos mundiales, lo cual explica que fue más económico instalar las grandes industrias en los países del sur y descargar allí los mortíferos desechos.
Es más rentable incrementar el capital, desplegando carreras armamentistas y guerras a cientos de miles de kilómetros, para arrebatarles las fuentes de energía a otros países, y buscar alternativas macabras como convertir la comida de millones en combustibles, violando sus derechos a la alimentación y al trabajo decoroso.
Si los niveles de dióxido de carbono continúan incrementándose en la atmósfera, la acidez en los mares podría aumentar 120% para el 2060, la mayor cantidad en los últimos 21 millones de años, advierte un informe de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, según PL.
Manifestó también que para el 2100, el 70% de los corales podría quedar expuesto al agua con exceso de acidez, poniendo en riesgo los ecosistemas marinos. El documento revela las últimas evidencias científicas sobre ese problema, y explica en detalle que son necesarias medidas urgentes para detenerlo.
El futuro ya se perfila funesto, no se puede esperar más para tomar las medidas necesarias, la Conferencia de Copenhague nos puede deparar más cuartillas, pero solo en la sensatez de quienes deciden, está la calve para que el Día Mundial de los Derechos Humanos no pase inadvertido, y vivamos en el mundo limpio al que tenemos derecho.