viernes, 27 de agosto de 2021

El pe$o de una generación

Por Yuzdanis Vicet Gómez

Hay temas que para escribirlos, además de un bagaje cultural en el campo en cuestión, hace falta interacción con la “vida real” y valentía, por suerte los periodistas echamos mano a esos recursos a menudo para adentrarnos en asuntos como el de los precios, por ejemplo, sin caer en superficialidades, temidas críticas extremas, o como se suele decir trabajar para el enemigo. 

Y es que hay mucho que hablar, para describir el entramado de relacionen entre los actores sociales que participan en la novela de la vida que es asegurar comida, gastos energéticos, transporte, medicamentos, dejar una reserva para contingencias…además de refrigerador, televisor, licuadora, ventilador, ropas y zapatos, que no son de renovación ni consumo diario, pero cuando se rompen o no los tenemos, se nos pone la vida en jaque.

En esta travesía habrá caminos que son obligados, o corremos el riesgo de alejarnos de la realidad, algo que ya hizo mucho daño a la credibilidad de nuestros medios de prensa. ¿La esencia del tema? Los precios, el “Caronte” de esta historia; de los precios hay dos vertientes: los estatales establecidos como parte del Reordenamiento Monetario y los del mercado ilegal que muy lamentablemente vino a sustituir las ventas en CUP.

Los primeros, encajan en una solución de país para eliminar la dualidad monetaria y cambiaria teniendo como respaldo salarios y pensiones más altos, que como se explicó no iba a elevar el poder adquisitivo de la gente, de lo contrario la red comercial se quedaría si ofertas y al respecto se debe decir que ya el propio Estado reconoció que en algunos casos se le fue la mano, pero corrigieron el tiro.

Los segundos, los que impone el mercado ilegal, son los que “están poniendo malas las cosas” como se dice en el lenguaje coloquial, estos están basados, a decir de sus beneficiarios en los precios de compra mayoristas que también son ilegales y resultado de una cadena de intermediarios, algo que parece que nunca va a acabar y esto no solo aplica a los productos agrícolas, ocurre en todo tipo de productos, de hecho, hay precios que ya superaron a sus ancestros de los noventa y subiendo, como se diría en una puja bursátil al estilo Wall Street.  

¿Quién le pone el cascabel al gato?

Un gato bien difícil de atar diría yo: por un lado, la imposibilidad del Estado para proveer de productos la red de tienda en CUP lo cual es un asunto multifactorial que pasa por la falta de desarrollo de las fuerzas productivas locales llamadas a sustituir las importaciones, el déficit de materias primas debido a la reducida economía internacional en tiempos de pandemia global y el bloqueo económico, financiero y comercial que está ahí y tiene su efecto bien conocido y que es injusto usarlo para tapar otras deficiencias internas que aún no hemos podido resolver.

Por otro, la incapacidad demostrada por estructuras que existen para encargarse de recoger en el campo y traer a la ciudad, y que hoy están obligadas a la eficiencia ante las políticas de comercialización y concurrencia a las redes de venta, que posibilitan que los campesinos lleguen a las ciudades sin intermediarios; pero, ¿qué pasa con los que no pueden llegar por sí mismos y tienen que recurrir a transportistas privados? Ahí comienza la distorsión de los precios.

Es una fórmula sencilla, pero con efecto devastador: la falta de oferta institucional y mucho dinero en la calle es igual a precios especulativos y constante devaluación de la moneda, técnicamente se llama inflación; entonces ocurre un círculo vicioso: si lo que necesito comprar está muy caro, entonces a lo que vendo le tengo que subir el precio para tener solvencia.

De esta forma va quedando suspendida la ley de formación de precios que describen las Ciencias Económicas como se conoce hasta hoy y que a groso modo se puede explicar así: es el proceso que abarca desde la producción hasta la comercialización y donde se tienen en cuenta todos los gastos en que se incurre para la creación del producto, más un porciento que permita obtener una utilidad razonable, pero si ese producto pasa por muchas manos y billeteras antes de llegar a usted, esa utilidad al ser multiplicada, deja de ser razonable para el consumidor final. 

Aquí deben entrar a escena los órganos reguladores, es decir los inspectores, pero resulta que es el momento más complejo de la trama, pues cuando impiden que el vendedor ilegal llegue al barrio, y no hay respuesta estatal para garantizar esos productos, entonces se transmuta la naturaleza de los personajes, nadie sabe quién es el malo ¿no le ha sucedido a usted? 

Los Males Necesarios

Es aquí uno de esos caminos que no permite atajos, las vilipendiadas tiendas en MLC, una forma de comercialización estatal que es para muchos la quinta esencia del tema precios, y para otros una oportunidad invaluable de enriquecerse, pero ningunos de esos dos resultados estaban planeados, hay que decirlo así; también hay que decir que el fenómeno que se genera entorno a estas es una realidad.

Para hacer la descripción lo más simple posible basta con decir que: si en un país tropical como el nuestro se venden refrigeradores, aires acondicionados, ventiladores, neveras y todo artefacto que enfríe algo y solo un segmento de la población puede acceder a estos, se está generando una fuente de enriquecimiento ilícito para quienes sí pueden comprarlos; pasa igual si no existen en la red en CUP alimentos en conserva, confituras, caramelos, bebidas alcohólicas, si el aseo personal es dirigido para que todos podamos tener el mínimo, y todo lo conocido...

Es natural, no legal, que se generen varios mercados entorno este, entonces aparecen la compraventa ilegal de divisas a precios especulativos, la reventa de los productos, quienes quieren su parte de la tajada y “prestan el servicio” de hacer la cola para vender el turno, e incluso se conoce que hay casas cercanas a las tiendas que le alquilan cuartos a los revendedores para que duerman cerca y lleguen rápido a las colas, ya es el colmo, es que los cubanos somos muy ocurrentes y como se dice vulgarmente “nos queremos ir en todos los trenes”.

En defensa de las tiendas en MLC es justo decir que vinieron a suplir la captación de “moneda dura” tan deficitaria pero necesaria para la participación de Cuba en el mercado internacional debido a más de 240 medidas que bloquean las posibilidades de exportación, las vías más económicas de importación y el uso de divisas en el exterior, más recientemente las impedimentas para la entrada de remesas, una fuente financiera que aunque muchos no lo crean, tiene gran impacto en varios países, en alguno es casi el principal ingreso de divisas, eso no es una peculiaridad de Cuba.

Y también me atrevo a decir que están mal defendidas, pues bien se puede establecer un sistema de información al pueblo y de paso le daría salida a un derecho constitucional, si las instituciones encargadas, ya sea a nivel provincial o nacional, informaran periódicamente qué se ha comprado con las divisas captadas y por qué no se han utilizado para mantener la vitalidad de la otra red de tiendas, pues para nadie es secreto que desde su surgimiento en tiempos de crisis, han aumentado considerablemente los gastos del Estado, pero nada se puede dar por hecho en materia de comunicación, las cosas hay que decirlas.

El contexto actual es especial, no lo dude usted, muchos planes se están quedando a medias y hay que preguntarse a cada momento de dónde sale lo que tenemos antes de cuestionar por lo que no tenemos; las reservas más factibles que nos quedan ahora son el control, la organización, el ahorro, la innovación, porque nos toca seguir. 

Hasta este punto ya escribí mucho, pero había que hacerlo, el tema no es recurrente en los medios, sí en la voz popular y eso no es sano para ninguna sociedad, no puede pasar desapercibido, a fin de cuentas, se trata del peso de una generación.

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