viernes, 5 de junio de 2009

CONSERVACIÓN DE LA VIDA: EL INSTINTO ABANDONADO

La humanidad ha sido egoísta

Fotos: /naturasandra.wordpress.com

Resulta incomprensible que la especie más desarrollada y que ha logrado estudiar y comprender la naturaleza, sea la que atente despiadada y conscientemente contra esta, poniéndose asimismo al borde de la extinción.


Desde tiempos inmemoriales los humanos hemos utilizado los recursos de la naturaleza de la cual formamos parte desde una posición egoísta, y dada nuestra existencia temporal sobre la tierra no nos preocupamos por legar a las futuras generaciones, los mismos recursos de los que nos servimos.


La necesidad de desarrollo y el enriquecimiento, han justificado la destrucción, cada generación humana ha visto desaparecer a cientos de otras especies, a costa de sueños a corto plazo que no contemplan el mañana.


Fenómenos meteorológicos cada vez menos predecibles y más violentos, parecen no ser suficientes para que los hombres y mujeres de la tierra se percaten, de que queda poco tiempo para revertir el rumbo de la carrera hacia la autodestrucción.


Los tratados internacionales han quedado en meros intentos infructuosos, ante la falta de seriedad con los asumieron los países más emisores de gases tóxicos a la atmósfera y más derrochadores de los portadores de los recursos no renovables.


Por último aparecieron en este escenario las tecnologías para la obtención y explotación de los biocombustibles, un remedio peor que la enfermedad, con que los países desarrollados pretenden sustituir una parte importante de los portadores energéticos convencionales.


Esta “Alternativa” reduce aún más las posibilidades de alimentación de miles de millones de personas, que ya son víctimas de la inadecuada distribución de las riquezas, en una sociedad planetaria desigual.

Culturas completas corren el riesgo hoy, de no poder disponer de los alimentos que desde generaciones originarias han utilizado para subsistir.


Los cierto es, que mientras los humanos habiten la tierra, con el beneficio personal como meta y no con el instinto de conservación en primer orden, nuestra existencia corre peligro.

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