Sobre la crisis en Grecia y la intromisión en los asuntos internos de Cuba
Foto:PL
Obviamente los políticos miopes de la Unión Europea, están
muy ocupados con las pajas en los ojos ajenos y no se dan cuenta de la viga en
la vista propia.
Primero
se emplean en sostener la Posición Común, opuesta al
interés de Cuba de salvaguardar su
derecho a la soberanía y autodeterminación, como nación legítima que es.
Y
por último se empeñan en emitir una
declaración de condena injusta, por la muerte politizada de un delincuente
común que pagaba su deuda con la sociedad, una declaración que no se sostiene
en argumentos objetivos y en franco apego a la política exterior estadounidense
contra Cuba.
Sin
embargo dejan a un lado la crisis en Grecia, un miembro de la unión que está
pagando un alto costo social, por ser uno de los más débiles de ese imperio.
Mientras la policía reprime a los manifestantes, utilizando bombas
lacrimógenas, el parlamento europeo mira al exterior de su emporio.
La
reacción social en Grecia, responde nada más y nada menos que a un plan propuesto por el Ejecutivo helénico, que
prevé ahorrar cuatro mil 800 millones de euros por medio de recortes sociales y
nuevos impuestos, y fue rubricado por el Parlamento el pasado viernes por
mayoría simple. Incluye además un ajuste para recortar el déficit público del
12,7 por ciento del PIB (Producto Interior Bruto) en 2009 al 8,7 este año.
Ante tal situación el premier griego Giorgos
Papandreou subrayó con anterioridad que quería encontrar una "solución
europea" a sus dificultades y no planeaba por el momento recurrir al Fondo
Monetario Internacional (FMI). Grecia, país miembro de la Unión Europea (UE) y
de la zona euro, tiene además una deuda pública gigantesca, ascendente a 300
mil millones de euros.
Parece
que el presidente helénico no tenía la noción completa de que, la Unión Europea, además de
atender más los problemas externos que los internos, prioriza a las economías
de los países más ricos del grupo, una acción hija del pensamiento político económico
capitalista, en esencia egoísta, otra
cosa no se puede esperar.
Por
suerte el propio Giorgos Papandreou se percató de la falta de interés de la
unión respecto a la crisis en Grecia cuando expresó: “Hubo falta de coordinación entre las instituciones
de la UE. La
comisión, los Estados miembro, el Banco Central Europeo”
Papandreou,
también se refirió a que incluso hubo
diferencias de opinión entre ellos y agregó que esto ha minado nuestra credibilidad dentro de la UE y no ha ayudado a nuestra
posición en el mercado; franca crítica del mandatario a la ayuda que pretende
darle la cúpula de la unión.
Luego
de la reunión de quienes mueven los hilos dentro de la Unión Europea, se vislumbra que
una acción más concreta y cohesionada solo se realizará cuando peligre la
estabilidad del grupo de países y el Euro, su moneda común, esté en riesgo.
Lo
que nunca va a mover a los señores
europeos, es el drama social que vive hoy el pueblo griego que se sume en una
crisis tal que lo ha llevado a las calles a recibir la represión policial de un
gobierno que espera desesperado que sus “hermanos mayores” del norte del
continente lo ayuden.
Menuda
cuestión la que tiene que enfrentar Europa hoy, para que su bloque económico
viva pendiente de salir a apoyar la política exterior norteamericana contra
Cuba, cada vez que el imperio se antoje de inventar una falsa historia.
En su exploración sobre el imperio Bacardí, Calvo Ospina muestra cómo se han
estrechado los lazos entre la CIA
y una organización de extrema derecha conocida como Fundación Nacional Cubano
Americana (FNCA), con sede en territorio estadounidense, al mismo tiempo que
revela los vínculos de la ronera con la actual administración de George W.
Bush. La fascinante lectura de este libro, nos muestra además cómo los
intereses económicos de las compañías transnacionales son también movidos por
resortes políticos.
Pedro Pérez Sarduy | Londres
Lo que voy a contarles me ocurrió un día cualquiera a principios del siglo XXI
mientras caminaba por el centro de Londres. La mirada distraídamente ocupada
esa tarde de linda primavera, choca con un monumental anuncio en el trasero de
una guagua roja de dos pisos… pensé que era una ilusión y no le presté
atención…aunque en el subconsciente, mi disco duro trataba de cotejar la imagen…Sigo
caminando y aparece la misma imagen en otro de aquellos emblemáticos ómnibus
rojos del transporte urbano de la capital británica: un gigantesco y estilizado
murciélago anuncia a toda página BACARDÍ –CASA FUNDADA EN SANTIAGO DE CUBA EN
1962 –por supuesto, en inglés.
De inmediato asocié la agresividad de aquella publicidad a una competencia más
que desleal de la famosa marca de ron, establecida precisamente en esa fecha y
en esa hermosa ciudad oriental de Cuba, pero que desde hace mucho tiempo su sabor
adolece de autenticidad.
Recordé entonces que durante una residencia académica en San Juan, Puerto Rico,
entre 1997-8, la fábrica Bacardí celebraba su fiesta anual en los amplios
jardines de destilería en esa Isla. En los supermercados, el ron Bacardí
menciona claramente en su etiqueta que es un producto elaborado en Puerto Rico.
También vino a mi memoria escenas del verano de 1981 en las afueras de
Barcelona, cuando mi familia y yo nos detuvimos en una alfarería en busca de
algunas cazuelas de barro…y charlamos amistosamente con el gerente, quien
agradeciendo nuestra compra y al saber que veníamos de La Habana, nos invitó a
brindar con ron español (¡?).
Para sorpresa nuestra aquel simpático catalán
plantó encima de su mesa de trabajo tres vasitos de fino cristal y una
imponente botella de ron Bacardí carta blanca. Aunque la etiqueta no intentaba
ser prepotente —estipulaba que estaba “Embotellado bajo autorización y
especificaciones de Bacardí & Company Limited”. Saboreé el licor por puro
compromiso y en agradecimiento a la solidaridad. Aquel amable gallego
insistía, un cuarto en broma y el resto en serio, en que ese ron era ‘español
de pura cepa’ hecho con mieles cubanas.
Tal vez, a lo que se refería aquel hombre es que uno de los creadores del que
fuera un exquisito ron, Facundo Bacardí, había nacido no muy lejos de allí, en
la catalana ciudad costera de Sitges.
Han pasado veinte años. Ahora tenía en mis manos un pequeño libro que revela la
historia oculta de una de las más conocidas marcas de mayor éxito mundial
–junto a Gap, McDonalds y Nike entre otras, según afirman diferentes autores,
como Naomi Klein en su libro New Logo (Nueva Etiqueta), de gran éxito
editorial.
Se trata de BACARDÍ: the hidden war (Pluto Press, London 2002), del
periodista-investigador colombiano Hernando Calvo Ospina, que viajó a Londres a
principios del otoño de este año para el lanzamiento de la versión inglesa de Ron
Bacardí: La Guerra
Oculta, donde el autor de Salsa, Havana Heat, Bronx
Beat (London, 1995) entre otros libros, expone las actividades comerciales
y políticas del imperio Bacardí, así como los tentáculos de su poder tanto en
Washington, DC como en el extranjero, vinculándolo a la CIA y al papel que esta
agencia de espionaje norteamericano jugó en una escandalosa guerra comercial
entre Europa y EE. UU.
Desde el mismo momento en que fuera nacionalizada por el gobierno
revolucionario de Cuba en 1960, la empresa Bacardí, ubicada en parte en la Isla, se ha esforzado en
implementar nuevas leyes comerciales que incrementen su monopolio mercantil.
El mayor competidor de Bacardí, el ron Havana Club, se fabrica en Cuba, lo
comercializa la compañía europea Pernod-Ricard. Representada por un equipo de
abogados que incluye a Otto Reich —elegido del presidente norteamericano George
W. Bush para el puesto de asesor de Asuntos Latinoamericanos—, el libro de
Ospina nos cuenta cómo Bacardí participó en la redacción de nuevas leyes
comerciales donde se especifica que cualquier marca registrada en Cuba no puede
ser reconocida en EE.UU.
Esto supone que el ron Havana Club, de Pernod-Ricard
no es protegido en los EE.UU., algo que la Unión Europea
esgrime como una grosera violación de las leyes del comercio internacional,
burlándose de los principios que gobiernan los derechos de la propiedad
intelectual.
La historia comenzó en tiempos de Ñañá Seré, cuando a mediados del siglo XVIII
la corona española se encaprichó en que Cuba solo produjera azúcar, con lo cual
hacia 1791 nuestra Isla se imponía como la primera productora mundial y exportadora.
Por aquella época los machetes de los esclavos haitianos dejaron de cortar caña
y pasaron a cortarles la cabeza a sus amos. No pocos asociaron la sublevación
con el consumo del ron.
Con el azúcar, se perdió el ron allá por 1830, cuando José y Facundo
Bacardí-Mazó, dos hermanos catalanes llegaron a la ciudad oriental de Santiago
de Cuba en busca de rápida fortuna. Luego de intentarlo con diversos negocios
durante tres años, y según consta en los registros comerciales de la época, los
hermanos inscriben la
Sociedad Facundo Bacardí y Cía, que negociaba artículos para
confeccionar prendas de vestir.
En medio de la abundancia, la economía de la colonia cubana entra en crisis en
1857 y se pierde el comercio con Francia y Alemania que habían empezado a extraer
azúcar de remolacha.
Vale la pena abrir otra ventana digital para explicar brevemente el origen de
la firma Havana Club, sobre la cual el gobierno de Cuba ha entablado una ardua
batalla legal contra Bacardí con el fin de reivindicar sus derechos de
comercializar el ron cubano.
Registrada en 1935 por Arechabala, una familia de origen vasco, España, la
marca Havana Club comenzó a producir ron en Cuba con los derivados de sus
negocios azucareros. Durante la década de 1950, la compañía entró en dificultades
y los Arechabala permitieron el colapso de la firma.
Luego del triunfo de la
revolución de 1959, el gobierno cubano nacionalizó la destilería y registró la
marca en más de 80 países, incluyendo EUU. Desde 1993, en que Havana Club se
comercializa en asociación con Pernod-Ricard, las ventas del ron cubano
ascendieron considerablemente, llegando a vender un millón de cajas de 12
botellas, anualmente.
Bacardí, que monitoreaba atentamente el creciente éxito de la ‘joint venture’
franco-cubana, decidió en 1997 ‘comprar’ la marca a la familia Arechabala luego
de que Bacardí creara su propia versión de Havana Club que había entrado al
mercado norteamericano el año anterior. Al mismo tiempo se inicia el
corre-ve-y-dile, es decir, el cabildeo. Posteriormente, la familia Bacardí
invoca una serie de controvertidas leyes estadounidenses, donde se penaliza a
toda compañía extranjera, como Pernod-Ricard, que se atreva a invertir en sus
antiguas propiedades en Cuba.
En su libro, Hernando Calvo Ospina explica que las implicaciones de esta
creciente disputa en la que está metida Bacardí, es consecuencia de las quejas
de la Unión Europea
ante la
Organización Mundial de Comercio, lo cual ha motivado que la
gigantesca ronera esté actualmente bajo escrutinio por la Oficina de Justo Comercio
(Office of Fair Trading).
En su exploración sobre el imperio Bacardí, Calvo Ospina muestra cómo se han
estrechado los lazos entre la CIA
y una organización de extrema derecha conocida como Fundación Nacional Cubano
Americana (FNCA), con sede en territorio estadounidense, al mismo tiempo que
revela los vínculos de la ronera con la actual administración de George W.
Bush. La fascinante lectura de este libro, nos muestra además cómo los
intereses económicos de las compañías transnacionales son también movidos por
resortes políticos.
De vuelta al presente, nos encontramos con un interesante estudio protagonizada
por los estudiantes británicos —que no se callan la boca. Y no es que ellos
sean más especiales que otros, pero ocurre que cuando se trata de defender sus
derechos y convicciones políticas, a los estudiantes de cualquier parte del
mundo no les faltan palabras y argumentos.
Los de Gran Bretaña no son la
excepción. Ya sea cuando boicotearon al banco británico Barclays, por sus
vínculos con el régimen de apartheid del gobierno sudafricano o contra el
gobierno de Margaret Thatcher cuando suprimió la cuota de leche gratuita a los
escolares.
A mediados del año 2000, ocurrió un hecho aparentemente inusitado, que puso a
prueba nuevamente la voluntad del estudiantado británico. La sección comercial
de la Unión Nacional
de Estudiantes aprobó por votación un polémico contrato de tres años con la
firma Bacardí. El acuerdo, valorado aproximadamente en un millón de dólares
norteamericanos, estipulaba que en lo adelante los bares estudiantiles solo
expenderían el ron blanco Bacardí, en detrimento de su rival cubano, Havana
Club.
A menos que la Unión
votara individualmente para prohibir totalmente a Bacardí, esta ronera sería la
absoluta beneficiaria del negocio en detrimento de Havana Club. Debo aclarar
que no es que los estudiantes británicos sean bebedores empedernidos, sino más
que en este sentido de tener ‘pubs” o tabernas, los británicos son algo
liberales — ¡aunque con frecuencia pecan de excesos a la hora de empinar el
codo!
Bacardí ya controlaba el 95% del mercado de ron blanco entre los estudiantes y
se le pudiera acusar de imponerse abusivamente. En asambleas los estudiantes de
dos de las más elitistas universidades, la de Oxford y la de Cambridge,
decidieron boicotear a Bacardí. Otras se le unieron posteriormente.
Pero esto no ocurría solamente en los predios académicos. No me refiero al
boicot, sino a esta práctica de la ronera. La ilegal competencia se ramificaba
por clubes y los populares y casi siempre concurridos ‘pubs’. En Edimburgo,
Derick Owner, dueño del bar Cuba Norte reportó haber rechazado una oferta de
dinero en efectivo para que desplegara visiblemente en el bar y vendiera solo
el ron Bacardí.
Otro caso, aun más escandaloso fue el del bar/restaurante CUBANA, cuyo dueño,
Phillip Oppenheim —antiguo miembro del Partido Conservador— sí aceptó un
contrato de un año. Luego de haber perdido su bancada en 1997, el también ex
funcionario del Ministerio de Hacienda británico le dio por abrir un
restaurante a la cubana en una atractiva zona de Londres.
Independientemente de
que la comida es más españolizante que criolla, el trago que ofrece no era
genuinamente cubano. Sin embargo, dijo el señor Oppenheimen “Bacardí nos da un
apoyo sustancial a cambio de que vendamos solamente su marca.”
El establecimiento CUBANA se enorgullece de ser un centro de entretenimiento
muy amigo de Cuba, a juzgar por la múltiple memorabilia revolucionaria,
incluyendo banderas cubanas, fotos de dirigentes históricos de la Revolución cubana,
mezcladas con el kistch habitual de ‘cubanas rumberas’ a la usanza de
mediados del siglo pasado, hasta con un grupo regular de músicos cubanos,
algunos de ellos improvisados, que con fuerte conciencia patriótica castigaron
al dueño con quejas para que quitara el ‘dichoso Bacardí ese que ni es cubano
ni es ron…y además, es malísimo’, como me dijo “El Tío” , un simpático músico y
animador nacido y criado en Centro Habana, que mantenía al público bien
entretenido los fines de semana.
Tanto dio el cántaro en la fuente hasta que se rompió y el tal Phillip desechó
la idea de vender Bacardí —menos en exclusiva. Y es que, cuando de ron se
trata, con los cubanos de verdad, no hay arreglo. Pero no solamente los
criollos de la Isla,
sino los verdaderos conocedores, como afirmó a fines del siglo XIX el mismo
Facundo Bacardí Mazó, uno de aquellos dos intrépidos hermanos, según consta en El
libro de Cuba, publicado en La
Habana en 1925: “En verdad, no hubo ni podrá haber en ningún
momento de la historia, ni en país alguno, ron como el nuestro [el
énfasis es mío]. Ni semejante siquiera. Los que se fabriquen fuera de Cuba no
disponen de la mejor materia prima que existe, que son las mieles de caña
cubanas precisamente.”
Pero, no es del licor propiamente dicho de lo que se trata, y esto Hernando
Calvo Ospina, lo expone claramente en su casi novelado relato investigativo a
lo largo de sus casi 200 páginas, que incluyen reveladoras fotos y documentos,
para recalcar que no son fantasías especulativas las que ha reunido en este
volumen.
Según escribe en el prólogo James Petras, profesor de Ética Política de la Universidad de
Binghamton, al norte del estado de Nueva York, “…este estudio sostiene que las
multinacionales no son simplemente entidades económicas que persiguen objetivos
de expansión comercial, sino que llegan a ser entidades políticas utilizadas
por el Estado para asegurar actividades ilegales…”.
Al final del lanzamiento, todos brindamos Havana Club con hielo, a la roca, por
el éxito de un libro tan sabroso.
Un mes después del terremoto Leticia Martínez Hernández Fotos: Juvenal Balán (Enviados Especiales) PUERTO PRÍNCIPE, Haití.— Es hora del almuerzo, y hasta la carpa de William van llegando muchos. Allí él, con el cucharón en la mano, comienza a alegrar estómagos vacíos.
La comida no es como en casa, pero es buena.
William Guada, de Pinar del Río, es el cocinero del campamento de Croix des Buquets. Estuvo en el 2005 en Paquistán, cuando el sismo que asoló este país, y sabe bien de menús que pueden complacer a nuestros médicos, se las ingenia entonces para, aun en condiciones difíciles, darles un poco de sabor a los días en campaña.
"Durante la semana tratamos de variar el menú pues puede llegar a aburrir, por ejemplo, un día cocino espaguetis, luego frijoles, arroz congrí, que intercalamos con carne enlatada, sardinas, atún, jamonada...
"Aquí no se pasa hambre. Empezamos bien temprano con desayuno, merienda, almuerzo, comida y casi siempre tenemos un buchito de café para brindar", dice William. Opinión confirmada por el rehabilitador Osmel Flores, para quien en estos días de desastre "la comida, claro está, no es como la de la casa, pero es buena".
Todos los días un equipo diferente ayuda a William a fregar, a servir la comida, a limpiar las mesas... Desde el mismísimo director del hospital de campaña hasta el colaborador más sencillo se cuelga el delantal, por eso no resultó raro que el viernes pasado le tocara a una de las doctoras norteamericanas graduadas de la ELAM ser la mano derecha del cocinero William.
La ayuda es fundamental en la vida en campaña.
Y es que en medio de la tremenda tragedia que vive este país, los médicos se adaptan a vivir en condiciones extremas, y una sonrisa nunca falta cuando tocamos a la puerta de cualquiera de las casas de campaña que por estos días son sus "hogares". Allí dentro todo parece estar en su justo lugar: ropas dobladas, colchones tendidos, la ropa interior discretamente colgada... no falta el peluche encima de las camas de las mujeres; aunque también hay quien no ha aprendido a tenerlo todo en un sitio tan pequeño, y justifica así los "huracanes" de sus casas de campaña.
Hasta la casita de Evangelia Mustelier, la santiaguera que rehabilita por el día, y canta y baila de noche en el campamento de Carrefour, llegamos. Y como las cubanas no pierden tiempo para lucir bonitas, allí estaba ella maquillándose un poco. ¿Cómo la pasas en campaña?, le preguntamos y así responde: "A mí me va muy bien, a pesar del calor. Aquí nos sentimos como en familia, solo extraño mucho a mis hijos, sobre todo el tiempo de escuchar música con ellos en casa".
Entre todos lavan la ropa.
—¿Qué hacen por las noches, cuando terminan de trabajar y la planta eléctrica ya no les acompaña?
"Siempre aparece alguien con una guitarra. Empezamos con La Guantanamera, con los versos de José Martí, pero terminamos con música romántica porque nos ponemos muy melancólicos. Los estudiantes haitianos de Medicina bailan con nosotros el Son de la loma, improvisamos, es maravilloso. Hasta de los asentamientos que están cerca del hospital vienen los haitianos porque dicen que les gusta cómo cantamos y bailamos".
Dice Evangelina, más conocida como Eva, que a lo que más temía era a los bichos. "Me muero si me encuentro con un bicharraco en el baño, el primer día llegué de noche al campamento y tenía que asearme pues estaba muy sucia, tuvieron que cuidarme la puerta del baño por si pasaba algo. Ese día me bañé con ropas puestas".
Al parecer, la odisea del baño es lo que más preocupa a las mujeres aquí. Confiesa la enfermera Diurvis que solo se mandaría a correr si aparece una rana, pero hasta en eso ha tenido suerte. Mientras, la doctora Virginia dice que lo que más extraña de su casa allá en Las Tunas es el baño y, claro está, al esposo. El agua hasta ahora no les ha faltado, y es habitual verlos en las tardes con sus inseparables tanquetas haciendo la cola para asearse.
Este sábado llegamos al campamento de Carrefour, a 15 kilómetros de Puerto Príncipe, y mientras las colas frente a las consultas eran extensas y los médicos atendían sin parar, a la enfermera Diurvis y a la doctora Neydi les tocaba dar puños a la ropa con ayuda de una lavadora. Cuentan que no más hacen prender el equipo y empiezan a llegar los bulticos de ropa desde cualquier casa de campaña, aquí todos lavan la ropa de todos, nos ayudamos mucho. "Nunca había lavado tantas sábanas a la misma vez" dice la enfermera, mientras camina bien cargada hasta los cordeles; en tanto Neydi restriega fuerte la ropa blanca, a la que "se le pega mucho churre".
Según el siquiatra Francisco Toledo, "la propia idiosincrasia del cubano le permite adaptarse a situaciones tan difíciles como esta que ahora vivimos en Haití. Los cubanos nos reímos de nuestras dificultades, y resulta muy gracioso pues muchos dicen que es como volver a vivir los tiempos de la escuela al campo. Algunos jaranean con que, cuando regresan de las consultas en el terreno, recuerdan cómo viraban de los cafetales allá en Cuba. Cada vez que tenemos un descanso nos juntamos, contamos nuestras historias, y bailamos y cantamos, yo solo hago coros pues soy muy desafinado".
Son estos cantos, algunos de añoranza, los que alegran las noches en el campamento de Carrefour. Al compás de la guitarra del doctor haitiano Bernandin, se escuchan los sentidos acordes de Lágrimas Negras, y aunque el cantor se pierda con la letra, todos terminan repitiendo el mismo estribillo. Mañana será otro día de trabajo, otro día de sus vidas en campaña, otro día en el que muchos haitianos regresarán aliviados a sus hogares.