Ecos de Marx
Un Cinco de Mayo del año mil 818 nació un hombre que por su grandeza
figura en la historia tan presente y
útil como su legado. Así pudieran comenzar las
semblanzas de muchos hombre que trascendieron su tiempo, sin embargo a
quien me refiero esta vez, no es posible igualarlo.
Nació en Tréveris, Prusia occidental y estudió en varias universidades europeas
donde perfiló sus conceptos y filiación filosóficos. Sufrió las necesidades de su clase y fue capaz de desnudar al sistema capitalista, mostrando sus puntos
débiles y sus fortalezas, como forma inteligente de decir a donde atacar para
matar a la bestia.
Con el ser humano como centro y transformador del mundo este hombre
consiguió crear una doctrina filosófica propia nutriéndose de lo más excelso
del pensamiento político, económico y social de su época.
Tomó entonces la
Dialéctica de Gegel y sustituyó
el idealismo de éste, por una concepción materialista, según la cual las
fuerzas económicas constituyen la infraestructura que determina en última
instancia los fenómenos del orden social, político y cultural; del socialismo
utópico francés y de los estudio de la economía política clásica inglesa,
apoyándose fundamentalmente en el modelo del liberalismo económico de David Ricardo,
para dar forma a una teoría filosófica capaz de explicar a sociedades conocidas
y las que están por llegar.
Como obra cumbre que de su legado, dejó El Capital, texto básico para
cualquier especialista de las ramas económicas del conocimiento, viva y se
forme en el sistema que sea, capitalista o socialista, más allá de filiarse
ideológicamente el capital describe a la economía como ciencia, la enriquece,
la explica, la hace entendible.
Tal maestría en su redacción permite que en la actualidad, las
universidades económicas más famosas del mundo, tanto capitalista como
socialista, estudien El Capital.
Para nosotros, más que una ideología propiamente dicha y practicada, la
doctrina filosófica de este hombre pluridimensional nos acompaña desde la enseñanza media, parece
más un compañero, que uno de los autores que estudiamos.
En Cuba, para los que ya nos asoman algunas canas, es imposible no recordar
cuando pasamos algún que otro trabajo estudiando lo que él escribió, para otros
ya mayores fue más profundo su estudio, para las generaciones futuras, ojalá a
nadie se le ocurra reducir la su presencia,
en los sistemas de conocimientos de los modelos pedagógicos.
Por esas razones, que son particulares mías, me atreví a compartirlas
con ustedes dedico esta semblanza a Karl
Heinrich Marx, el prometeo de Tréveris, a 193 años de su natalicio.