jueves, 18 de mayo de 2017

MI BANDERA, EN LA FRENTE Y AL LADO DEL CORAZÓN



No pocos son los debates que se originan hoy respecto al uso de la enseña nacional, un concierto de criterios, opiniones e incluso prácticas que trascienden los espacios  y momentos establecidos como tradicionales, lícitos y decorosos, aquellos que nos enseñaron en la escuela primaria, cuando lo menos formal que se hacía con la bandera, era correr  victorioso por una pista de atletismo o un terreno de béisbol; nos enseñaron que no debía inclinarse, ante nada ni nadie, que era una falta grave mancillarla y deshonrarla.
Mas hoy el uso y por tanto la apreciación de su valor como símbolo de la nación, están sufriendo cambios notables. Más allá de intensiones premeditadas o no, quizás estamos siendo presas de la imitación, cuando queremos equiparar el uso que se le da al símbolo por aquellos que convierten su bandera en un instrumento, o incluso se pudiera decir, en un arma llevada al campo de la batalla cultural que se libra  por estos tiempos.
Y es justo ahí donde me quiero detener y expresar mi punto de vista al respecto. El hecho de que las potencias capitalistas que intentan llenar cada espacio cultural no conquistado, usen la bandera u otro símbolo para penetrar mentes, pueblos enteros y desconstruir creencias, valores y paradigmas, no justificará nunca que nos sumemos a usar nuestro bello blasón tricolor en ropa interior, licras u otro tipo de indumentaria con semejante fin.
Sin embargo en el constante bombardeo de símbolos extranjeros, desde los que se usan como prendas, los que se escuchan e incluso, y más peligrosos aún, los que se observan en materiales audiovisuales a diario consumidos por grandes y chicos, algo hay que hacer  para no dejar espacios vacíos, como escuché decir a una colega.
Y sí, nuestra bandera, esa que tanto amamos los patriotas y que nos ha sido fiel desde que el matancero Miguel Tourbe Tolón la diseñó, puede hacer frente a la andanada de símbolos foráneos que intentan desdeñarla, la cuestión es cómo lo hacemos manteniendo su pureza y decoro, es justo ahí donde estoy plenamente de acuerdo con el ilustre Eusebio Leal cuando expresara “No estoy de acuerdo con que la bandera cubana sea un delantal”.
Claro está, nuestro símbolo patrio no puede ser lo que llevemos por delante para que  recoja la suciedad como un delantal, pero si podemos llevarla al combate cultural contemporáneo, en una gorra o un sombrero al estilo mambí, o en un pullover a la altura del corazón, quizás también en una prenda que descanse en nuestro pecho, allí cerca de donde surge la voz con que cantamos el himno o entonamos una canción hermosa que nos identifica.

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