No pocos son los debates que
se originan hoy respecto al uso de la enseña nacional, un concierto de
criterios, opiniones e incluso prácticas que trascienden los espacios y momentos establecidos como tradicionales,
lícitos y decorosos, aquellos que nos enseñaron en la escuela primaria, cuando
lo menos formal que se hacía con la bandera, era correr victorioso por una pista de atletismo o un terreno
de béisbol; nos enseñaron que no debía inclinarse, ante nada ni nadie, que era
una falta grave mancillarla y deshonrarla.
Mas hoy el uso y por tanto
la apreciación de su valor como símbolo de la nación, están sufriendo cambios
notables. Más allá de intensiones premeditadas o no, quizás estamos siendo
presas de la imitación, cuando queremos equiparar el uso que se le da al
símbolo por aquellos que convierten su bandera en un instrumento, o incluso se
pudiera decir, en un arma llevada al campo de la batalla cultural que se
libra por estos tiempos.
Y es justo ahí donde me
quiero detener y expresar mi punto de vista al respecto. El hecho de que las
potencias capitalistas que intentan llenar cada espacio cultural no
conquistado, usen la bandera u otro símbolo para penetrar mentes, pueblos
enteros y desconstruir creencias, valores y paradigmas, no justificará nunca
que nos sumemos a usar nuestro bello blasón tricolor en ropa interior, licras u
otro tipo de indumentaria con semejante fin.
Sin embargo en el constante
bombardeo de símbolos extranjeros, desde los que se usan como prendas, los que
se escuchan e incluso, y más peligrosos aún, los que se observan en materiales
audiovisuales a diario consumidos por grandes y chicos, algo hay que hacer para no dejar espacios vacíos, como escuché
decir a una colega.
Y sí, nuestra bandera, esa
que tanto amamos los patriotas y que nos ha sido fiel desde que el matancero
Miguel Tourbe Tolón la diseñó, puede hacer frente a la andanada de símbolos
foráneos que intentan desdeñarla, la cuestión es cómo lo hacemos manteniendo su
pureza y decoro, es justo ahí donde estoy plenamente de acuerdo con el ilustre
Eusebio Leal cuando expresara “No estoy de acuerdo con que la bandera cubana
sea un delantal”.
Claro está, nuestro símbolo
patrio no puede ser lo que llevemos por delante para que recoja la suciedad como un delantal, pero si
podemos llevarla al combate cultural contemporáneo, en una gorra o un sombrero
al estilo mambí, o en un pullover a la altura del corazón, quizás también en
una prenda que descanse en nuestro pecho, allí cerca de donde surge la voz con
que cantamos el himno o entonamos una canción hermosa que nos identifica.
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