por Yuzdanis Vicet
Que al “Guerrillero Heroico” Ernesto Guevara de la Serna lo hayan capturado y asesinado en la selva boliviana, fue una gran golpe para América Latina y los movimientos emancipadores de todo el mundo, pero su muerte y desaparición durante 30 largos años no significó la pérdida de su legado, mucho menos del ejemplo que ha guiado a varias generaciones en el camino del internacionalismo y el antimperialismo.
No podía ser diferente, porque la vida del Che estuvo marcada por un espíritu aventurero que lo llevó a viajar por centro y suramérica, a encontrarse con Fidel en México, sumarse a la expedición del Yate Granma y enrolarse en el movimiento guerrillero más exitoso del continente que terminó con el triunfo de la Revolución cubana, a ser Médico, Guerrillero, Diplomático, Ministro de Industrias…
Ya en la temprana fecha de julio de 1957, apenas siete meses después de Alegría de Pío, el líder de la guerrilla, Fidel Castro pensaba así del Che: “…después del sangriento Combate de Uvero, donde ocupamos gran número de armas, decidimos crear la Columna 4, bajo el mando de Ernesto Guevara. El Che se había destacado en ese rudo combate. Era capitán médico de los expedicionarios. Con una pequeña escolta cuidó y atendió a nuestros heridos. Fue el primer oficial ascendido a Comandante”.
Luego de El Uvero y su ascenso “así, como de soslayo”, mientras Fidel escribía la carta a Frank País, a propósito de la muerte de su hermano Josué, vinieron los combates que les dieron un giro a las acciones de la tiranía contra los guerrilleros; Guevara adquirió fama de temerario y reconocimiento como estratega y jefe militar, recibiendo la responsabilidad de la creación del centro de entrenamiento de los nuevos combatientes que se sumaban a la guerrilla.
Poco a poco el Che se fue convirtiendo en uno de los hombres de confianza de Fidel, quien en el capítulo 17 del libro La Victoria Estratégica, en el que describió los hechos durante la Contención en Minas de Frío, escribió: “En esa peligrosa coyuntura, yo tenía gran confianza en la capacidad del Che y de las fuerzas rebeldes bajo su mando en ese sector para impedir que el enemigo lograse su objetivo”.
Luego vendría la orden del Comandante en la que asigna a Guevara la misión de conducir desde la Sierra Maestra y hasta la provincia de Las Villas, una columna rebelde, etapa en la que escribiera las gloriosas hazañas con el ataque al tren blindado y la contención de las fuerzas que se dirigían hacia el Oriente.
La grandeza del argentino devenido cubano y a la larga latinoamericano, creció más cuando Fidel hizo pública la carta en la que renunció oficialmente a su condición de cubano para liberar al país de la responsabilidad con sus cruzadas libertarias que inició por Bolivia donde pasó a la eternidad, no sin librar varios combates y escaramuzas.
Hoy cualquier cubano, como millones de personas en el mundo, es capaz de describir los hechos en torno a la captura, asesinato e intento de hacer desaparecer al hombre; se habla del soldado que necesitó embriagarse para dispararle ya herido e indefenso, de que le cortaron las manos y lo enterraron a un lado de la antigua pista de un aeropuerto, bajo estrictos protocolos de compartimentación de información para que no fuera encontrado.
Sin embargo, su mayor trascendencia está en quienes lo veneran y lo llaman “San Ernesto de la Higuera”, en quienes le rinden homenaje en los sitios que perpetúan su memoria en toda Cuba, en especial donde reposa junto al “Destacamento de refuerzo” que encabeza en Santa Clara; y lo más importante, vive en los que aceptaron su ejemplo y lo perciben como el hombre que no pudieron esconder.